Los loros siempre han impresionado a la gente con su aptitud para imitar palabras humanas.
Los nombres para loros y una exploración revela ahora que los polluelos de loro aprenden de sus padres a graznar su “nombre”, y siguen utilizando ese sonido característico, quizás con algunos pequeños cambios, en su historia futura.La exploración, a cargo del equipo de Karl Berg de la facultad de Cornell, en Estados Unidos, ofrece la primera prueba de que los loros aprenden de sus padres el graznido familiar concreto que sirve para llamarles, y muestra que las advertencias vocales en loros salvajes se adquieren socialmente y no son un rasgo predefinido genéticamente.En investigaciones anteriores, ya se comprobó que todos los loros salvajes utilizan señales acústicas de contacto particulares, que no sólo distinguen a cada sujeto, sino que además comunican su género y el grupo social o “familia” a la que forman parte.Lo descubierto en el nuevo estudio también puede contribuir a desentrañar el secreto de por qué el aprendizaje vocal evolucionó en algunos grupos de vertebrados, como los humanos y los loros, pero no en otros.Una pista al respecto se obtiene al buscar qué tenemos en común humanos y loros.Los loros comparten dos propiedades destacables con los humanos: un cerebro grande, en comparación con su masa corporal; y un tiempo de crianza largo durante el cual las crías dependen de sus padres, lo que aumenta las chances para los polluelos de estudiar cosas de sus progenitores.Una aclaración evolutiva al fenómeno de los “nombres” de los loros podría estar en los viajes de enormes grupos de loros, donde, entre la multitud, el padre y la madre sintieran la necesidad de tener un modo eficiente de comunicar a sus crías, algo no muy distinto al recurso de padres y madres humanos de llamar por su nombre a sus hijos pequeños cuando están en la mitad de una muchedumbre infantil y no logran localizarlos con la visión.